Un tema controversial,
lleno de muchas costumbres, de
escenarios complejos que en nuestra
vida han hecho una constante de decisiones.
Decir la verdad o
decir una mentira
en el tema del amor, tiene
más que ver con nuestra simple
realidad y los impulsos que nos llevan a
utilizar cualquiera de estas estrategias,
a veces sin
pensar en las muchas consecuencias.
Dicen que
en el amor y en la guerra todo se vale, pero,
¿alguna vez hemos reflexionado sobre las consecuencias de nuestro actuar
siendo honestos o deshonestos con los demás?, especialmente
con las personas a quienes queremos.
Existen
en nuestra vida muchas frases que parecieran máximas morales (o inmorales) como
“más vale una mentira que haga feliz
que una verdad que haga llorar”, o “es mejor pedir perdón, que pedir permiso!”, y tantas más, que
pareciera lo acostumbrados que podemos estar, viviendo en una especie de
“burbuja moral”.
¿Qué es
la Verdad y
que es la
Mentira? Que algo
lo sepamos muchas
personas, no convierte
eso necesariamente en verdad, y el que sólo una o dos personas lo sepan,
tampoco convierte eso en mentira. En la historia de la humanidad existen
registros de hombres y mujeres que han desafiado “las mentiras” con o sin
fundamento, con su
única “verdad” y han
transformado el mundo. Que la tierra es plana, que el sol gira alrededor de la
tierra, que el hombre llegó a la luna, o la existencia del chupacabras, son
muestras de lo real o ficticio que puede ser cualquier tema. Incluso en los
pasajes de la religión católica, el Apóstol Santo Tomás duda de la verdad de
sus compañeros sobre la resurrección de Jesucristo, de ahí que surge la famosa
frase, “hasta no ver, no creer.”
Desde
tiempos muy remotos de la humanidad siempre ha existido “la lucha de la
obscuridad contra la luz”, de “lo bueno contra lo malo”, de “la verdad contra
la mentira”, lo cual forma parte de las dualidades mitológicas que más se
conocen y se reiteran hasta nuestros días. El poder que ejercía un faraón, una
sacerdotisa, un hechicero, un sacerdote o un rey, nos pueden parecer
“entretenidas” historias o películas, pero cuando nos detenemos un momento a
pensar sobre esto, nos daremos cuenta que hoy en día, nuestros padres,
maestros, gobernantes, políticos, religiosos, y, nosotros
mismos, hemos usado el mismo
método, la mentira como medio de control y para nuestros propios intereses.
En
el amor, es un tema muy difícil de descifrar estos conceptos de verdad y
mentira, pues los métodos, las “estrategias” que utilizamos para conseguir o desechar “el
amor” de alguien o mantener una relación con alguien, llegamos a ser capaces de
todo, incluso a mentir.
Tiene
que ver profundamente con el sentimiento mismo de aprender a amar a una persona
tal y como es y la diferencia con el poder controlar a una persona para
“moldearla como nosotros queremos que sea” con el pretexto de que la amamos, de
manera tal, que responda a nuestros propios intereses, que nos otorgue el
placer, o la seguridad, o el estatus social o económico, que tanto necesitamos.
Cuántas parejas conocemos que un día compartieron con nosotros su verdad sobre
el amor que se declararon, pero que pasado el tiempo, descubrieron que no
tenían un proyecto en común por las diferencias encontradas entre ellos.
Más
aún, nuestra cultura, nuestra religión, nuestros principios familiares,
nuestras mismas tradiciones, nuestra
preparación formal o informal y
sobre todo, nuestras amistades,
han hecho que elaboremos nuestros propios conceptos de la verdad y la mentira,
y por consecuencia, actuemos así en nuestras vidas.
En
ese estado anímico del amor, confiamos plenamente en lo que la otra persona nos
dice, nos demuestra, o nos hace sentir. Por consecuencia, pensamos que nos dice
la verdad. Pero cuando nos damos cuenta que, en su actuar, su decir o lo que
nos hace sentir, nos duele, nos afecta, sentimos que nuestra confianza ha sido
vulnerada, de inmediato pensamos que nos dijo mentiras. Aún y a pesar de que
quizá fueron verdades en su momento.
El
amor llega a ser un concepto tan sublime, tan difícil de
describir, pero que tiene mucho que ver con nuestro derecho a ser, hacer y
pensar. Es decir, para realizar algo que tiene que ver con nosotros mismos,
tenemos que expresar nuestra verdad. Debemos permitir que las personas nos conozcan
tal y como somos y de esta manera exponemos nuestra verdad y las personas a
nuestro alrededor ahora tendrán la decisión de aceptarnos como somos o no. No
fingir quienes no somos por algún interés, y una vez que poseemos lo que
queremos, mostrar realmente quienes somos.
Quienes
tenemos la alta responsabilidad de tener un hijo, una hija, sabemos lo difícil
que es hablar de este tema con ellos
sobre la verdad
y la mentira
que gira en
torno al amor, sobre todo, por
las mismas experiencias por las que hemos pasado o estamos pasando nosotros
mismos.
No existen
las mentiras pequeñas
ni las grandes,
ni las piadosas o
morales. Quizá, mentir
nos es algo tan “normal” o
cotidiano para “salir” de alguna
situación que no queremos
atender, resolver o
responsabilizarnos, que su definición se vuelve más difícil, pues pareciera que
ya forma parte de “nuestras verdades”. De ahí que lo que en última instancia
podría definir a una mentira sería la
intención con la que se dice, es decir, el verdadero impulso de las intenciones
que nos llevan a mentir.
Recordemos que
decir nuestra verdad, nos provoca
un sentimiento de libertad, de paz, de armonía con todos nuestros sentidos; la
mentira, nos hace ocultar sentimientos, nos provoca malestar y nos aleja de una
realidad que está presente.
“..cada vez que me mentías sin yo saberlo, para
mí significaba una
ilusión. Ahora que tu mentira ha quedado al descubierto, intento ver la ilusión y no la mentira, pues sé que viendo la mentira, querré verte
de nuevo…”
(Artículo
publicado el 1 de Julio del 2013)
SOBRE
VERDAD Y MENTIRA EN SENTIDO EXTRAMORAL
Friedrich
Nietzsche, Obras Completas, vol. I, Ediciones Prestigio, Buenos Aires 1970, pp. 543-556.
LaVanguardi.com/Blogs
La verdad sobre las mentiras, Irene Orce | 18/04/2012
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