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lunes, 26 de agosto de 2013

¡Que rápido se va el tiempo!

¿Te has dado cuenta del inexorable paso del tiempo?
 
¿Has  notado  que  cada  día  que  pasa vamos   acumulando   una   serie  de  eventos  y detalles   que  nos   indican  claramente  que  el tiempo no deja de hacer su trabajo?
 
¡Cómo se va el tiempo..!
  
 
¡Que rápido se va el tiempo! Todo parece tan rápido..
 
El día de hoy quiero compartirles algo que para mí ha sido una experiencia muy grata.
 
Ayer era sólo un anhelo, una ilusión que tardaría tan sólo unos cuantos meses en realizarse, y así fue. El nacimiento de mi hijo un 25 de Agosto de 1989.
 
Parece que fue ayer cuando un 25 de Agosto de 1989 yo llegaba a Morelia proveniente de la ciudad de Cuernavaca, Morelos, a las 00:35 hrs. y me avisaron que estaba por nacer mi primer hijo en el Hospital. Aún recuerdo que ayer apenas era un bebé que comenzaba a balbucear algunos sonidos y empezaba a caminar.
  
Si, también parece que fue ayer cuando lo llevaba al kínder a recibir sus primeras lecciones y a iniciar su desarrollo.  Era todo una aventura el descubrir junto a él, cada paso que daba, cada pintura que realizaba, cada momento de disfrutar de una mañana mojándonos al chorro de la manguera de agua o jugando con sus juguetes preferidos.
 
Y parece que fue ayer, su primer día en la Primaria, o la Secundaria. Por supuesto que recuerdo sus momentos de escuela preparatoria o su ingreso a la facultad de Medicina.
 
Todo esto pasó ayer! Se los juro!
 
Pues resulta que este 25 de Agosto de 2013 festejamos el cumpleaños número 24 de mi hijo.  Cualquiera que lea estas líneas podrá pensar los pocos años que ha vivido mi hijo y tal vez, los muchos que pueda tener yo, jajajaa, pero este festejo ocupó un breve espacio de mi vida para reflexionar sobre el inexorable paso del tiempo y las imágenes que guardo de su paso.
  
Tal vez, para muchos de nosotros, hay momentos en nuestra vida que quisiéramos que sucedieran de la forma más rápida posible, pues nos causan trabajo, dolor o incomodidad; por ejemplo, cuando estamos estudiando alguna carrera y quisiéramos que pronto transcurriera; o cuando tenemos alguna enfermedad que requiere tiempo para sanar, anhelamos que pasara el tiempo volando, para estar bien.  Cuántos jóvenes desean ser adultos para “gozar” de las actividades que realizamos los adultos.
 
Por el contrario, si pasamos por algún momento en que nos sentimos plenos, felices o nos estamos divirtiendo, algunas vacaciones que estamos disfrutando, un viaje que estamos haciendo o que nos encontramos trabajando en un proyecto que queremos, deseamos que el tiempo transcurriera taaaaan lento como fuera posible. Cuántas personas adultas, quisiéramos que el tiempo ya no caminara para no perder esa juventud que a veces añoramos.
 
 Pero, te has preguntado, si el tiempo que has vivido, ¿realmente lo has aprovechado en todo eso que siempre has anhelado?
 
No intento recordarte el tema de las ilusiones, pues seguramente no faltará nuevamente esa persona, ese amigo o amiga, que vuelva a decirte que dejes de creer en duendes, pero hay un elemento que no depende de absolutamente nada!
 
¡NADA! como lo estás leyendo. Y es el TIEMPO.
 
El Tiempo, tal como lo conocemos hasta nuestros días, y mientras no cambie radicalmente el paradigma mental de los seres humanos, no depende absolutamente de nada. No existe máquina alguna, o medicina alguna, o tratamiento alguno que hasta el momento que se conozca, capaz de detener el tiempo. Es cierto que hay registros impactantes de personas que han llegado a vivir más de cien años, mas sin embargo sus condiciones físicas y/o mentales denotan la imagen de un ser humano que lleva las huellas del paso del tiempo.
 
Parece un tema muy obvio, decir que el tiempo no se detiene, pero al ser tan obvio, creo que olvidamos que día a día vamos siendo parte de una historia que no regresa, de una historia que no se puede editar o reescribir como lo hemos ido aprendiendo en esta nueva era de la tecnología.
 
Entonces, si fuéramos lo suficientemente conscientes de que el tiempo no regresa, ¿no sería lógico que debiéramos aprovechar cada minuto, hora, de nuestro día haciendo lo que deseamos que suceda?
 
Pareciera un crucigrama, pero creo que no lo es del todo, pues las cosas sencillas, las que nos dejan satisfacciones en nuestra vida, bien valen la pena el “tiempo invertido”, aunque mejor dicho sería “el tiempo pasado”, pues de cualquier manera, de no haber hecho lo que hicimos, el tiempo de cualquier manera hubiera transcurrido.
 
Así que deberíamos vivir bajo el supuesto real de que el tiempo de cualquier forma pasará, y deberíamos estar preparados para obtener, en el paso del tiempo, los beneficios de nuestro trabajo en esos proyectos, esos sueños que tanto hemos soñado y que postergamos por múltiples razones para “un tiempo después” que no regresará…
 
No vivamos añorando el tiempo que pasó, pues no es posible regresar al pasado; tampoco creo que sea posible vivir añorando un mañana que aún no llega, pues el tiempo tampoco es un “cheque al portador” para cobrarlo después.
 
Vivamos nuestro tiempo, es lo único que tenemos, pues ese SI existe, y está transcurriendo.
 
La reflexión de hoy:
  
 
..recuerda los momentos de tu pasado, sueña en los momentos que quieres para tu futuro y aprovecha tu tiempo presente para realizarte hoy y siempre..
 
 

La ilusión por la pareja.

Las deshonestidades mal atendidas y el dolor del  resentimiento,  suelen  convertirse en cáncer para  la  relación. Los  hábitos  de  mentira deben confrontarse.   La  falsedad  debe  dar  lugar  a la franqueza.
 
Igualmente  los resentimientos, son  capaces  de drenar  la  felicidad aun de personas que podrían tener todo para ser felices.
 
 
La pérdida de ilusión en la pareja se puede dar en la relación de la siguiente manera:

  • Cuando uno es herido y toma distancia para poder sentirse a salvo.
  • Cuando uno toma distancia, el otro también.
  • Cuando dos personas deciden no dar hasta que reciban.
  • Cuando no hay voluntad de uno ni del otro, pronto uno inicia la actitud de retirada.
Esto se convierte en un círculo vicioso.
 
El  resultado  en  las  bajas  expectativas  es  pensar: “Se murió el amor”. Esto significa que faltan emociones placenteras en la relación.
 
Este mal es parte de la convalecencia de una relación descuidada a través del tiempo o herida por un agravio pasado. Esta enfermedad del amor no es de muerte, se elimina mediante la renovación de las promesas del amor: Honestidad, Respeto, Pasión.
 
Primero quien tenga voluntad, después de reconocer intelectualmente que su relación pasa por un período de desgaste curable, debe expresar su promesa de ser honesto, respetuoso y apasionado. Al expresarlo de una manera sincera, tiene muchas posibilidades de ser bien recibido, solo con su verbalización honesta.  Prometa ser respetuoso, así como aprender a remplazar los hábitos irrespetuosos por otros sanos.  No tema prometer amar apasionadamente, porque luego usted cumplirá con aprender las conductas amorosas que harán al otro sentirse amado.
 
Luego, la pareja debe trabajar en definir juntos sus conceptos de lo que significa para cada uno honestidad. Deben identificar las maneras en las que les gusta sentirse respetados. Cada uno debe saber lo que hace sentir pasión al otro y convertirse en un experto en producir estos sentimientos en la persona que ama.
 
Aprender a ser el experto en hacer feliz a la pareja debería ser su primera profesión. Juntos deben conversar sobre este asunto, deben rehacer las promesas que una vez hicieron y proponerse un plan de cumplimiento.

No  se  debe  fallar  en  el  plan  de  cumplimiento  de  las  promesas  de honestidad,  respeto  y  pasión.  Muchos ocupan la ayuda de un asesor para no fallar.  Demuestre que su relación en pareja es la prioridad en su vida. La muerte de muchos matrimonios sucede cuando las bajas expectativas inducen a uno de los dos a darse por vencido.
 
Las grandes promesas en el amor se cumplen, manteniendo las promesas pequeñas. Cumplir día a día. Cuando en la relación, ambos manifiestan que estos tres ingredientes operan, todo marchará bien.
 
Ahora veamos cómo se diagnostica la enfermedad de la pérdida de la ilusión en la pareja.
 
  1. “Cuando pienso en hacer algo con mi pareja que podríamos disfrutar, inmediatamente pienso ¿para qué molestarse?”
  2. “Pasamos mucho tiempo sin hablarnos”
  3. “Hacemos muy pocas cosas juntos y lo poco que hacemos es casi siempre rutina”
  4. “Por la conducta de mi pareja, no tengo ningún deseo de acercarme hasta que no haga el primer movimiento.”
  5. “Estoy aburrido de nuestra vida juntos”
  6. “Ninguno de nosotros tiene mucho que dar a la relación”
  7. “He aprendido que lo mejor es no esperar mucho de esta relación”
  8. “Pienso que mi matrimonio nunca mejorará”
  9. “En ocasiones pienso que soy invisible para mi pareja”
  10. “Después  de  todo  lo  que  pasó,  cuesta  mucho    respetarse” 
Las bajas expectativas suceden cuando alguno deja de tener energía para invertir en la relación. Se  ha  debido  a  las  continuas faltas de respeto, y a la ausencia de satisfacciones por parte de la pareja.

 
También vale la nota afirmar, que existen relaciones tan profundamente lastimadas en los conceptos de Respeto, Honestidad y Pasión, en que lo mejor es tomar decisiones oportunas que eviten la propagación del daño entre las parejas hacia las familias y sobre todo a los hijos, pues la falta de Respeto, Honestidad y Pasión, se cuela silenciosamente sin darnos cuenta en los hijos, heredándoles actitudes que pronto repetirán en sus futuras relaciones.
  
La ilusión por la pareja no radica solamente en la pareja, radica en nuestro interior y la forma en como  descubrimos  nuestras capacidades de Respetar, ser Honestos y poner Pasión en lo que hacemos en pareja.
 
 
(Artículo publicado el 19 de Agosto de 2013)

¿Todavía crees en los duendes?

“Las ilusiones, pues, son ilusiones. Mejor perderlas y seguir con la realidad..” Andrea, 35 años.
 
 “Las  ilusiones se pierden con la madurez, cuando te das cuenta que los sueños, sólo son sueños.” José, 28 años.
 
“¿Quien podría vivir sin ilusiones? Rocío, 67 años.
 
 
Hace unos días en que platicaba con una persona sobre los deseos que en ocasiones tenemos de que algo suceda, surgió una frase: !uuuy, todavía crees en los duendes! y sonrió recordando un chiste que le habían contado sobre un joven  que  es  engañado  por  un supuesto duende. Cuántos de nosotros sabemos esos chistes de duendes y magos abusadores que son muy comunes en nuestro medio cultural y social en que siempre sucede, que quien pide los deseos sale perdiendo, con alguien “más inteligente”.
 
Y, por supuesto que a pesar de lo obvio de la historia del duende abusador, comencé a reflexionar sobre lo que sucede con esta parte de nosotros tan interna que se llega a dar por vencida cuando encuentra razones que se lo exigen.
 
Cuántas veces hemos escuchado, o hemos expresado comentarios como: “Tú todavía crees en los santos reyes, no manches”, o, ¿a poco todavía crees en santa Claus? 
 
Muchas  cosas  se  pueden  decir  de  este  tema,  todas  ellas  referidas  a  la  virtud que tenemos los seres humanos de la ilusión, virtud que, desde mi perspectiva, es instalada desde nuestra concepción y que no se pierde nunca. Quizá lo esencial del tema tiene que ver con la forma en que desde la infancia fuimos “educados” por nuestros padres.
 
¿Realmente  perdemos  nuestras  ilusiones? ¿Será  que  la  ilusión  la  establecemos  como  un  periodo  muy bonito únicamente de nuestra infancia? ¿Tiene esto que ver con hadas y duendes solamente?, o ¿estaremos equivocando el concepto de ilusión con el de “capricho” que se cumple si tienes capacidad económica? Si esto fuera cierto, entonces entendería que los niños que provienen de familias con escasos recursos no serían capaces nunca de tener ilusiones, pues las “ilusiones” tendrían que ver con la capacidad económica de los papás para cumplirlas. Pero la realidad, es que la virtud de las ilusiones, no depende de las cosas materiales y mucho menos del dinero.
 
Entonces, ¿de qué depende que seamos capaces de ilusionarnos o de perder esa virtud?
 
Depende directamente de nosotros y de la manera en que nuestros padres nos ayudaron a cultivar esa capacidad.
 
Y aquí es donde se complica más la cosa, pues la educación que recibimos en nuestra casa tiene que ver directamente con nuestras costumbres, tradiciones, educación de nuestros padres e incluso, la religión. Un día platicando con una sobrina que tenía 18 años, le preguntaba si ella aun creía en los Santos Reyes, y me dijo: “uuuh, no, y eso se lo debo a mis papás pues desde muy chiquita me dijeron que no existen los Santos Reyes, que eran los papás, y mejor me daban el dinero para que yo me comprara lo que yo quisiera”. El día de hoy comprendí que fue una pregunta complicada para ella, pues en la religión de sus papás, no existen los santos y por lo tanto no era posible creer en algo que prohíbe su religión. Mi  intención  de indagar si existía en ella la capacidad de la ilusión, fue incorrecta desde muchos puntos de vista.
 
Más aun, siendo la ilusión una virtud, entonces es necesario decir que sin importar las creencias o religiones que en cada familia tenemos, la base de nuestras vidas está dada por la relación de cómo fuimos educados en casa, de todos los  mensajes positivos y negativos que recibimos durante la infancia y adolescencia, así como la responsabilidad propia de “educarnos” a nosotros mismos en la madurez para alcanzar una plenitud personal y humana.
 
Entonces, ¿Qué sucede cuando alguno de nosotros pensamos que es de “tontos” tener ilusiones?
 
Te has preguntado, ¿Por qué personas aparentemente creativas, inteligentes y capaces, fracasan una y otra vez?, o ¿Por qué personas que están a punto de alcanzar un objetivo de repente se bloquean y se autodestruyen? ¿Por qué  personas  atractivas  y  sociables  se  ven  envueltas en relaciones destructivas o morbosas?, o ¿Por qué a menudo parecemos ser nuestros propios enemigos?
 
¡Fácil! No, no es cierto.. Quiero compartir contigo algo verdaderamente espeluznante que encontré sobre este tema y que deberíamos atender de inmediato para bien de nuestra vida y de quienes dependen directamente de nosotros.
 
Todos llevamos en nuestro interior a un Niño Saboteador que hace todo lo posible e imposible para no permitirnos desarrollar nuestras muchas capacidades, es astuto, inteligente, subversivo, brillante, persistente. Se aprovecha de nuestros momentos de tensión para lanzar ataques que minan nuestra confianza, nuestra integridad y compromiso con la vida. Se disfraza fácilmente para que pensemos que nos apoya pero en realidad es muy crítico e inflexible debilitando nuestra voluntad.
 
Este Niño saboteador, está alimentado por todos los mensajes negativos que llegamos a recibir de manera informal de nuestros padres desde la infancia y que son “heredados” de nuestros abuelos. “¡Los hombres no chillan!”, “No debes relacionarte estrechamente con nadie, (sé siempre mi bebé)”, “No me digas nada, yo lo arreglo”, “Cállate y obedece”, “Que no entiendes” y muchos, muchos más, incluso devastadores como “si yo hubiera sabido quien era tu padre en realidad, no me hubiera casado”, lo que provoca en los hijos un sentimiento de no haber sido deseados. (Aun cuando muchos de nosotros realmente no fuimos deseados, sino “producidos”).
 
¿Te imaginas? En lugar de crecer y responsabilizarnos de amarnos y educarnos a nosotros mismos, nos bloqueamos y frustramos, para “amar” excesivamente a los demás olvidándonos de nosotros mismos. Incluso, a tempranas edades y sin una preparación interior, conformamos una familia que en la mayoría de los casos produce dolor, culpa y relaciones decepcionantes.
 
Pero no todo es tan negro como parece, pues hay formas de aprender a aprovechar nuestras capacidades y saber centrar nuestra mente y nuestro corazón en la energía del amor, especialmente con ese Niño interior que todos tenemos y de la parte de nosotros mismos que nos atemoriza. Es cierto, no es fácil, pues requiere reconocer y aceptar los límites físicos, mentales y emocionales que definen y separan a las personas.
 
¿La clave?
 
No es ningún defecto creer en duendes, ni en santos, o en hadas, imaginariamente hablando.. El  defecto es siempre creerle a nuestra parte Saboteadora que estará al acecho mientras nosotros se lo permitamos.
 
 
(Artículo publicado el 12 de Agosto del 2013)

¿Infidelidad Virtual? Para nada!

Desde  que  internet  ha tomado tanto auge, es muy frecuente (sobre  todo en los medios de comunicación) la inquietud de si una infidelidad que  no  se ha “consumado” en un acto físico es realmente una infidelidad.
 
La  respuesta  sigue  siempre  la  misma  línea: cada pareja establece sus propios criterios.
   
 
“Hija, por favor, ya deja ese celular en paz!”
 
“Hijo, ya es muy tarde para que estés en el Internet!”
 
“Papá, Mamá, ya deja tu celular!.
 
Ahora más que nunca estoy convencido de que en estos tiempos en que han cambiado tantas cosas de mi vida real, con esto de la “nueva era de las comunicaciones”, los celulares, el internet y muchas más, han cambiado radicalmente también las costumbres y relaciones que antes no existían entre las personas.
 
En mis tiempos de juventud (uuuuuyyy), no existían los celulares, ni rastros de que existiera el internet o las famosas “redes sociales”. Empezaban a utilizarse las computadoras para programar aspectos industriales o administrativos, pero nunca imaginábamos que surgiría a tanta velocidad un sistema mundial de comunicación al alcance de cualquier equipo de cómputo.
 
Quiénes no recuerdan que para acercarte a una persona, conocerla, hombre o mujer, tenía que ser a través de una charla frente a frente, o a través de escribirle una carta y esperar que algún día regresara la respuesta. Tenías que “animarte” a platicar directamente con la persona, o cuando menos, conseguir el número telefónico para llamarle e invitarle a salir sin exceder del tiempo de uso del sistema telefónico, pues se cobraba por minuto a costos altos.
 
Más aún, quienes teníamos una tarea escolar que cumplir, debíamos acudir a las bibliotecas de la escuela a investigar los contenidos, o incluso, adquirir los libros de referencia que nuestros maestros nos indicaban al inicio del curso
 
uuuuy, ya llovió..
 
¿Ahora? pues los sistemas virtuales han desatado una nueva era en que incluso puedas estar sentado a la mesa de un café con una persona y al mismo tiempo conversando con otra, u otras por el celular o tu “lap top” o “ipad”. Algo que está sucediendo de lo más “normal”. Ya las tareas escolares son resueltas a través de indagar o “navegar” en la World Wide Web, o Internet (como se conoce comúnmente). Ya es cuestión sólo de Seleccionar, Cortar y Pegar.
 
Pero, más allá de muchos “beneficios”, ¿Qué ha sucedido con esa “nueva era” de herramientas de comunicación? ¿Se han beneficiado o perjudicado las relaciones humanas? Buena pregunta, pues tiene muchos pros y muchas contras. ¿De qué depende la respuesta? Creo yo, que de los principios humanos y morales enseñados en casa, que apliquemos en el uso de estas herramientas de comunicación.
 
Un aspecto tan complejo como la infidelidad ha venido a revolucionarse de manera dramática e importante en esta nueva era de las comunicaciones
 
Según un estudio reciente de la Universidad Tecnológica de Texas, la infidelidad cibernética lastima tanto a las parejas y duele tanto a quien ha sido engañado como la infidelidad física.
 
Esta infografía creada  por Sexual Recovery Insitute, muestra algunos datos muy interesantes sobre la cuestión sobre las redes sociales y la infidelidad:
 
· Según encuestas de 2010, la mayoría de los entrevistados opina que Internet facilita la infidelidad.
· Según abogados entrevistados, en casi una de cada cinco peticiones de divorcio se cita la palabra “Facebook”.
· El 41% de los encuestados declaró iniciar con un coqueteo en algún sitio de las redes sociales.
· El principal  error  cometido  por  personas casadas sigue estando relacionado con el uso del teléfono móvil. El 61% de las mujeres entrevistadas declaró que su marido descubrió su infidelidad o empezó a sospechar debido a un mensaje de texto. 
· De los encuestados, el 75% de los hombres y el 60% de las mujeres han tenido relaciones extramatrimoniales relacionadas al uso de las redes sociales.
· En las webs de encuentros,  dos  tercios  de  los usuarios casados han participado en sexo telefónico y cibersexo, mientras que el 75% de ellos han tenido una relación extraconyugal seria.
· Que tu pareja tontee en Internet con otras personas, no necesariamente equivale a una infidelidad, pero según las encuestas, lo más probable es que finalmente pase al plano real. ¡Es una bandera roja a la que hay que prestar atención!
 
Caray,  ¿te  puedes  imaginar  todo “el avance tecnológico” que esta nueva era de las comunicaciones ha traído? ¿Has pensado en este “uso desmedido” que hacemos en algún momento de estas herramientas?
 
Es claro que de no existir herramientas como el internet, las mismas redes sociales y los celulares, tal vez no tendríamos  la  posibilidad  de  hablar  con  nuestros  seres  queridos  en  este  instante,  o  compartir  tanta información que existe y que antes no era posible; de hecho, compartir Reflexión-Arte sería más difícil.
 
¿Qué hace la diferencia? ¿Cómo navegar en este nuevo mundo de la comunicación? ¿Cómo ayudar a las nuevas generaciones a aprovechar herramientas tan poderosas?
 
Quizá todo radica en nuestras enseñanzas básicas, las de casa, de nuestros padres:
 
Nuestros principios éticos y morales.
 
¿Tú que opinas?
 
 
(Artículo publicado el 5 de Agosto de 2013)