ThingLink

domingo, 1 de marzo de 2015

...la obediencia...

Un tema por demás complejo y delicado.
Hoy por la mañana escuchaba con atención a una mujer que regañaba a su pequeña hija, por las apariencias, no mayor de 7 años. La escena resultó de lo más contrastante con mis ideas y concepto de la educación en valores, pues la mujer insistía en que la niña hiciera exactamente lo que le pedía, comer una quesadilla, pues de no hacerlo la iba a regalar a un señor que vendía fruta junto al establecimiento de comida.
Por supuesto que la niña mostraba signos de no querer comer el alimento, o tal vez siendo un poco observador, no tenía hambre, más sin embargo la mujer no cesaba de insistir en que la niña debía hacer lo que se le ordenaba bajo la amenaza de regalarla a un desconocido. Incluso, la mujer llegó en varias ocasiones a expresarle a la niña, que todos los presentes la observábamos y que parecía una niña fea y berrinchuda, en lugar de ser una niña bonita y obediente.
¿Bonita y obediente? Parecieran ser cualidades intachables de cualquier persona que se somete y cumple las órdenes de cualquier autoridad ciegamente.
Por supuesto que la palabra Obedecer tiene un significado preciso, que dista en gran medida al que describen las múltiples Academias de lenguas o Diccionarios etimológicos y que se acerca mucho a lo que normalmente creemos que es "hacer caso a la fuerza".
Resulta por demás interesante Reflexionar sobre los supuestos que en nuestra vida ha tenido el significado de la palabra Obediencia, pues si bien es cierto que podría pasarme muchas horas escribiendo definiciones etimológicas, o bien, de buenos hábitos, o de la propia educación en valores, o la Religión, o cualquier marco jurídico de nuestras sociedades, la realidad es que el concepto preciso depende de las experiencias de vida de cada uno de nosotros.
Lo más increíble de este concepto, Obediencia, es que lo aprendimos de manera profunda desde los primeros años de nuestra vida. Lo primero que aprendimos en la infancia fue a Obedecer. En la casa, en la escuela, en la Iglesia, en cualquier lugar a donde nos llevaban nuestros padres, lo primero que se nos enseñó fue a obedecer.
 Me podrás decir que es resulta obvio este asunto de la obediencia, pues es la manera o código de convivencia en que nuestras sociedades están basadas, de lo contrario, significaría un caos total el que no hubiesen códigos de conducta basados en la obediencia de leyes y mandatos de la autoridad.
¿Recuerdas ese día que por primera vez llegamos a un centro escolar, a muy temprana edad, qué fue lo primero que nos enseñaron?
A OBEDECER! A obedecer porque sí, a obedecer a un completo extraño: un maestro.
Lo mismo sucedió al entrar por primera vez a una Iglesia, a un empleo, a un grupo sindical o deportivo.
Pudiera parecerte un pensamiento por demás lógico o incluso tendencioso de mi parte, pero piénsalo un poco más y te darás cuenta que el principio fundamental bajo el cual fuimos inducidos a cualquier círculo social, fue precisamente la obediencia.
¿Cuántas veces has escuchado decir que un niño es bonito y bien educado porque es muy obediente? ¿Cuántas veces has confirmado que a una persona adulta se le considera madura e inteligente, por el hecho de ser obediente?
Aún no me repongo de la escena de esta mañana en que la madre le decía a su pequeña hija que si no obedecía, entonces era fea, berrinchuda y que la regalaría con un desconocido. Más aún, me llenó de conflictos mi cabeza el pensar que eso mismo sucede en el ámbito familiar, laboral y social. En el hogar, no obedecer te puede aislar de la convivencia familiar, tus padres te pueden castigar, o le caes mal al esposo/a, al suegro/a, etc.; en la escuela, te reprueban, te castigan, te expulsan; en lo laboral, el patrón o representante sindical te someten a juicios de valor, bloquean tu desarrollo, limitan tus estímulos económicos, etc.; en a Iglesia ni se diga, te condenas al infierno, etc.
Por supuesto que desde la primeras líneas de esta Reflexión comenté que la obediencia era un tema complejo y delicado, pues en cualquier ámbito en que nosotros jugamos el rol de "autoridad", lo primero que exigimos a nuestros subordinados es obediencia.
Lo más irónico del tema, es que la palabra obedecer viene del latín y significa "saber escuchar" pero por supuesto, que existen tratados que establecen que obedecer es la acción de cumplir un mandato o una orden. Por lo mismo, dije que el significado preciso, y más importante, es el que tú le das a esta palabra, dados tus aprendizajes a lo largo de tu vida.
La página web www.solohijos.com publica el siguiente pensamiento: 
No obligues nunca a tu hijo a obedecer (a no ser que corra riesgo su bienestar físico). Media con él, ayúdale a tener un pensamiento crítico y que cuando te obedezca, sea por coherencia y prestigio.
Quizá yo agregaría, que lo mismo deberíamos hacer con nuestros alumnos, nuestros subordinados, nuestros representados, etc.
Te comparto unas líneas que me parecen idóneos para la Reflexión:
- Obedecer es aceptar y ejecutar, como decisiones propias, las indicaciones de quien tiene y ejerce la autoridad, siempre que no se oponga a la justicia.
Tomando en cuenta que: 
  • Aceptar, en la obediencia, es considerar como tuyas las decisiones de otro.
  • Autoridad es la persona puesta para mandar, ordenando los derechos de todos y procurando el bien de la sociedad o de las diversas sociedades a las que tú puedas estar incorporado.
  • Ejecutar es hacer con prontitud lo que te mandan, poniendo interés por interpretar bien la voluntad del que manda.    
  • La autoridad, si como humana que es, se sobrepasa en sus facultades, no debe ser obedecida en sus abusos o errores.    
  • La obediencia no se opone a la libertad. Es verdad que el que  obedece se somete a la voluntad de otro. Pero lo hace en virtud de una decisión libre, motivada por unos valores superiores.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario