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domingo, 22 de marzo de 2015

...¡A Vivir! ¡A Vivir!...

Este fin de semana asistí acompañado de mi hija a la excelente obra de teatro de Odin Dupeyron, "¡A Vivir!", obra que esta dedicada especialmente a todos los que luchan cada día por ser libres, por ser felices y auténticos y lo más importante, por irse de este mundo mejor de como llegaron.
Por supuesto que durante el trayecto de la obra, existieron muchos momentos en que mi cabeza trataba rápidamente de Reflexionar y "digerir" cada frase en que había un mensaje muy valioso. El personaje que encarna Odin, un hombre llamado Marciano, se encuentra contando su testimonio de vida en el cierre de actividades de un grupo de auto ayuda.
-¡A Vivir!, ¡A Vivir!- Era la frase que la madre de Marciano utilizaba todos los días para levantar de la cama a sus hijos, y les decía que no debían ser como muchas personas, que mueren a los 20 años, pero los entierran hasta los 80.
¿Queeeeeeeeeee? Me pareció impactante el recordar que precisamente, hace más de un año, este espacio de Reflexión-Arte inició bajo el lema de "dedicado especialmente para los "Walking Deads" o Muertos Vivientes, personas que todos los días nos levantamos, nos arreglamos, vamos al trabajo, regresamos a casa, comemos, cenamos y al final del día, no supimos para qué".
Esa noche, después de la obra, Reflexionaba sobre - Qué difícil es tratar de ser libre, ser feliz y auténtico y tratar de irme de este mundo mejor de como llegué-, pues por supuesto que mientras no sea consciente de tantas y tantas ataduras que mis padres me impusieron, las personas a mi alrededor me impusieron y que yo mismo me he impuesto, mientras no sea consciente de que realmente no soy feliz y que no estoy siendo auténtico, tal como soy, pues resulta casi imposible iniciar un proceso de cambio.
Resultado de mi Reflexión sobre lo presenciado en la obra, vinieron a mi mente constantes pensamientos sobre la importancia de los padres, mamá y papá, quienes desde nuestra infancia fueron tejiendo posibilidades o limitaciones en los hijos, para "prepararnos" para esta vida.
-"Tienes que hacer esto o aquello, no te subas, no grites, no corras, pórtate bien, sé buen niño/a, no comas eso, adelgaza, péinate, píntate, arréglate!, etc.-, cuántas y cuántas cosas más, como si los padres fuéramos unos reconocidos escultores que con martillo y cincel, damos forma a una escultura a nuestra imagen y semejanza. 
Jovencitas, diría aún niñas, que a sus poquitos 15 o menos años, la mamá ya les alienta o permite usar pinturas en su rostro, ropa entallada, etc., como preparándolas a que la "sociedad les acepte" como mujercitas guapas y elegantes, pensando "mi hija TIENE QUE ser diferente del resto de las niñas del barrio o de la propia familia. A los 17 ya salen a sus fiestas y reuniones, a donde asisten "todos" los jóvenes. Y la mamá, bien orgullosa.
Los hijos varones, ni se diga, que a muy corta edad hay papás que ya les permiten tomar cerveza en las reuniones familiares o con "amigos", o hasta se hacen de "la vista gorda" con el uso del cigarro, pues "se están haciendo hombrecitos". En el fondo, pensando "ése es mi hijo!, bendito Dios que no salió igual que su madre!".
En las relaciones de pareja, ni hablar. Hijos que a muy temprana edad, ya tienen un romance "serio" de noviazgo pues es lo que "todo mundo hace" y significa que los hijos están madurando.
¿Por qué empecinarnos en tratar de ser iguales o comportarnos igual que los demás, si precisamente los seres humanos SOMOS TODOS IGUALES
¿Por qué no nos resulta evidente, que es precisamente la diferencia entre nosotros, los seres humanos, lo que nos hace a cada uno, un ser AUTÉNTICO?
Entiendo que para poder lograr que los hijos puedan desarrollarse y aprendan a ser libres, a ser felices, a ser auténticos, pues los padres deberíamos enseñarles con el ejemplo.Y ahí está el gran dilema.
En la obra, hay un momento en que surge un problema más entre los padres de Marciano, y es entonces que la mamá con lágrimas en los ojos, toma de la mano al niño y le dice, -"tu papá no es un hombre feliz"- y esa noche abandona su hogar, a su esposo y a sus hijos para nunca más volverlos a ver.
Aprendizajes muy fuertes, pero que enseñan más de lo que parece.
Lástima que en muchas ocasiones, los padres lo entendemos quizá, hasta el día en que llega una tragedia o nos llega la muerte. No TENÍAMOS QUE ser iguales a los demás, no TENÍAMOS QUE comportarnos como los demás, no TENÍAMOS QUE gustarle a alguien más, etc.
Que triste es escuchar a un hombre o a una mujer decir frente al féretro de una persona muerta, "pudimos ser felices".
DEBEMOS hacerle caso a nuestra voz interior, a nuestro corazón. Tratar de ser libres, felices y auténticos. Eso, seguramente nos llevará a morir mejor que como llegamos.


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