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domingo, 1 de septiembre de 2013

¿Vas a tener visitas?

Preparar nuestra vida para todo lo que pueda llegar o lo que deseamos que suceda es un proceso que puede parecer simple: Hacer espacio para que puedan entrar.
 
Es como prepararnos para "ese invitado" que tanto deseamos que llegue...
   
¿Cuántas veces hemos escuchado de nuestra Mamá o Abuelas que cuando tienen invitados inesperados a comer, “le ponen más agua a los frijoles”?. O cuando llegan algunos parientes a visitarnos,  tenemos que preparar alguna habitación, quizá la del hijo, o la del hermano, para que puedan dormir esa noche en casa. ¿Cuántas veces hemos salido corriendo a la tienda por un refresco o por alguna comida que ofrecer a nuestros invitados?
 
Incluso, ¿cuántas veces nos ha ocurrido que preparamos un festejo, el cumpleaños de un hijo/a, de nuestra mamá o papá y con algún tiempo de anticipación vamos realizando los preparativos como la renta de un salón de fiestas, mandamos a hacer la comida o contratamos los servicios para atender a todos nuestros invitados de ese día?
  
¿Te has detenido a pensar por un segundo que cuando hemos decidido hacer algo diferente en nuestra vida, iniciar nuestros estudios, hacer ejercicio, cambiar a esa dieta que siempre hemos pensado, o hacer ese cambio de rutina de nuestra vida, necesitamos hacer un espacio en nuestra vida para que lo que deseamos que llegue, pueda entrar?
  
Todo esto que llegamos a hacer es por algo muy simple: necesitamos darle el espacio que requiere nuestra intención a quien llega a nosotros.
 
Realizar todos los preparativos, o “acomodar” las cosas, no es más que hacer un espacio en nuestra vida para que lo que llega, pueda entrar.
 
Para poder realizar ese cambio, debemos abrir un espacio dentro de nosotros.
Debemos hacer espacio para el futuro que deseamos, en lugar de “refugios” para  nuestro pasado. Dos cosas, dos ideas, dos vidas no pueden ocupar el mismo espacio.
 
Sin hacer espacio, no hay cambio posible. Sucede con cosas materiales, inanimadas, como la sala de la casa, el viejo sillón... y vivientes como las personas…

Cada vez que deseamos una renovación, un cambio, o solucionar un nuevo desafío, debemos -primero- que hagamos un lugar que invite a ser llenado.
 
¿Cuántos de nosotros anhelamos un cambio, pero seguimos viviendo en esos refugios de nuestro pasado?
 
Sí, es cierto, en muchas de las ocasiones realizar ese cambio que tanto deseamos significa que debemos remover algunas cosas que en un pasado quizá nos dieron ciertas satisfacciones, ciertos momentos de placer o alegría.
  
Y ahora que enfrentamos un nuevo día, un nuevo desafío, requerimos hacer espacio para que llegue eso que tanto anhelamos.
 
Sí, también es cierto, que seguir padeciendo eso que ya no nos motiva, ya no nos llena el alma, o que ya no funciona por alguna razón, debemos dejarlo.
 
¿Cuántas personas conoces que están pensando en vender su auto, para poder comprar uno más nuevo, o están pensando en vender la sala de casa, para poder comprar una nueva?
 
Podemos estar de acuerdo que con las cosas materiales es algo muy sencillo realizar esos cambios, pero aun así, en el momento en que vendemos alguna pertenencia, sabemos que con ella se va parte de nuestro pasado, de nuestro esfuerzo, de un propósito logrado. Más sin embargo, al llenar ese espacio con la llegada de la nueva adquisición, nos alegramos de ver cumplido un propósito que anhelamos.
 
Con las personas es más difícil, pues remplazar a una persona no es algo fácil, pues no es sólo la parte física la que debemos remplazar, sino es renovar nuestras ilusiones, nuestros anhelos.
 
El hijo o hija que un día tiene que irse de casa por iniciar una vida propia, el dejar atrás un matrimonio que ya no funciona, o perder a un familiar que fallece, o dejar atrás un amor que no nos es correspondido no es algo fácil de remplazar.
 
Debemos hacer espacio en nuestra vida, en nuestro interior.
 
Debemos reacomodar nuestro interior, para dar espacio y pueda llegar a nosotros lo que tanto anhelamos. Con la convicción y la seguridad que habiendo espacio, el amor lo llenará nuevamente.
 
Hace unos días vi publicada en Facebook una foto de un buen amigo, en la que presentaba a su nieto en el día de los abuelos. No puedo describir la felicidad de su mirada, pero al ver sus ojos, supe que la ausencia “normal” en su corazón, por la hija que un día se fue de casa a iniciar su vida en una nueva familia, ha sido llenada con la felicidad de un nuevo ser, su nieto.
 
Todo es renovación. Todo es constante cambio.
   
Sólo quienes se aferran a sus “refugios” del pasado, a no dar espacio en su corazón, son quienes se pierden la posibilidad de renovarse y vivir plenamente, son quienes quizá, mueren en vida día a día.

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