Saber evaluar el resultado de nuestro
esfuerzo es un buen comienzo.
Desde nuestra infancia hemos sido parte de
una evaluación permanente. Iniciando con nuestros padres, quienes al “evaluar”
nuestro comportamiento en casa o bajo algunas circunstancias, nos premiaban o
castigaban, si nos portábamos bien o nos portábamos mal.
Y no se diga en nuestro tiempo de
estudiantes, donde fuimos parte de un proceso evaluativo constante con exámenes
por parte de nuestros profesores desde la primaria hasta profesional,
adjudicándonos unas “calificaciones” y promoviéndonos al siguiente nivel educativo.
No se diga en los aspectos laborales, pues
una vez que entramos a trabajar en algún lugar, nuestros jefes nos han evaluado
permanentemente para otorgar estímulos económicos y/o promociones.
Pero, ¿te has preguntado, cómo hacemos para
evaluar nuestra propia vida? ¿Cómo reconocemos nuestros esfuerzos? ¿Qué tipo de
estímulos nos otorgamos a nosotros mismos?
Parece algo simple o muy curioso, pues podría
pensarse que todo esto se resuelve con revisar nuestro plan de vida y la manera
de evaluarse, pero aunque nuestro plan de vida pueda significar la base,
normalmente no estamos preparados para reconocer nuestros esfuerzos por
nosotros mismos hasta que llega un momento de crisis: ¿y ahora, que hago?
Más aun, no todas las personas contamos con
un plan de vida.
Hace unos días platicando con un amigo mío
que está por cumplir cuarenta y cinco años de edad, me decía: -si me quedan 20
o 30 años de vida, quisiera saber dónde me he equivocado y vivir los años que
me queden de manera más feliz-. Y sí que mi amigo estaba en una encrucijada,
pues pareciera que la crisis de los cuarenta o cincuenta estaban haciendo su
trabajo.
Más sin embargo, no sólo las “crisis de los
cuarenta o cincuenta” suceden. Conozco jóvenes que a sus veinte años sufren de
crisis al pensar que apenas ayer eran unos niños y que ahora tendrían que
abandonar su hogar para iniciar su proyecto personal de vida. Incluso, están
preocupados por no saber por dónde empezar pensando en que el tiempo se les va
de las manos y quisieran ser ya todos unos directivos de alto nivel.
Saber leer el resultado de nuestros esfuerzos
nos ayuda a ubicar lo que hemos logrado y lo que aún está pendiente por
realizarse. En términos específicos, tener muy claro cuáles son los indicadores
que debemos considerar para saber que hemos alcanzado nuestras metas
propuestas, es parte de las soluciones que necesitamos.
Cuántas personas conocemos que al llegar a
cierta edad, cuando los hijos ya se han ido de casa a iniciar su proyecto de
vida, y llega el momento en que se quedan solas, entran en una crisis pues toda
su vida la dedicaron a cuidar, trabajar y ser para sus hijos, y ahora se
preguntan ¿y ahora, que voy a hacer?, inclusive, hay quienes se preguntan ¿Qué
he hecho de mi vida?
Las crisis no son más que tiempos de cambio,
momentos en los que debemos estar preparados para saber “girar” en la dirección
adecuada.
¿Has observado alguna vez a esos jóvenes que
se deslizan por las olas del mar en sus tablas de surfing? Pues es muy
interesante, dado que el motivo primordial de esa actividad no es ser el
primero en llegar a la orilla de la playa, sino gozar de la sensación de
deslizarse en cada ola que pasa. Cada ola es diferente, cada ola representa un
reto y cuando la ola gira, ellos giran para mantenerse deslizándose en cada
ola.
Deberíamos saber evaluar nuestros propios
resultados y darnos nuestros propios reconocimientos por el esfuerzo realizado.
No dejemos en manos de otras personas la evaluación de lo que nos pertenece,
nuestra propia vida, pues siempre habrá una calificación ajena que no nos
convenza.
Recordemos, si la vida gira, nosotros también
debemos girar…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario