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domingo, 22 de septiembre de 2013

¿Sonó la alarma?


Todos tenemos una especie  de reloj interno que  funciona  desde  el día  de nuestra concepción.  Ese reloj interno, es el que  se encarga de llevar el ritmo biológico de nuestra información genética.
 
Debemos aprender a escuchar su ritmo y sobre todo, sus alarmas...
   
¿Te ha pasado que conoces personas que aparentemente viven una vida plena, que tienen lo que muchas personas quisieran, o que resultan ser íconos a imitar en nuestra vida, y, de repente, te enteras que tienen una enfermedad letal o que pasan por una enfermedad incurable, o lo peor, que fallecen repentinamente?
 
Te has fijado que de repente empiezan a salir las canas en tu pelo, o que esos kilitos de más que aparecen, por más que haces dietas o ejercicios no hay forma de que desaparezcan, o que de repente al leer el celular, tu computadora, el televisor o un libro, la vista pareciera que ya no es suficiente.
 
Todos tenemos una especie de reloj interno que funciona desde el día de nuestra concepción y que es el encargado de llevar el ritmo biológico de nuestra información genética.
 
Estoy seguro que has escuchado decir a tus papás que tu hermano o hermana empezaron a caminar desde los 10 meses y tu hasta el año de nacido, o que a tu hermano le salieron los dientes mucho después que a ti, o que cuando naciste ya tenías mucho pelo, etc., etc.
 
Parecieran cosas de las más triviales que pudiéramos pensar, pero en verdad que son de lo más importante que pudiéramos imaginar. Nos es muy difícil percatarnos que somos el resultado genético de las generaciones que nos anteceden, nuestros padres, abuelos, bisabuelos, etc. Y esa cadena genética contiene información muy valiosa que llegado su momento y su tiempo, aparece como por arte de magia.
 
Recuerdo que fue a finales de la primaria y principios de la secundaria en que empezábamos a presumir entre los compañeros todas las manifestaciones físico-biológicas. Que si el bigote, que si el pelo en pecho, etc. En las mujeres era muy notorio el cambio de niñas a jóvenes, pues las formas de sus cuerpos cambiaban vertiginosamente.
 
Más sin embargo, no nos damos cuenta que ese reloj biológico que llevamos dentro está haciendo su trabajo cumpliendo cabalmente con orquestar cada uno de los cambios genéticos, y es, por lo general, hasta la madurez cuando por primeras ocasiones visitamos un consultorio médico y lo primero que nos preguntan es: “algún familiar diabético?, hipertenso, problemas cardiacos, con alguna enfermedad crónica?-, y es ahí donde empieza a tener sentido nuestra preocupación por entender el ritmo de nuestro reloj biológico.
 
Es entonces cuando nos enteramos, o ponemos más atención, que nuestra abuela padeció del corazón, un tío ha tenido ya dos infartos, una tía abuela tiene un marcapasos, y nuestra madre toma medicina para una insuficiencia cardiaca. O que nuestro papá padece de la próstata y que el abuelo falleció por lo mismo. Es como si “despertáramos” a una nueva dimensión de la información “familiar” y que nos avisa de lo que puede suceder llegado el momento y el tiempo destinado.
 
¿Escuchas las alarmas que suenan en tu interior?
 
Todo puede empezar por una ligera acidez estomacal, producto del exceso de salsa picante que consumiste hoy por la mañana, pero en unos años puede terminar por una severa gastritis crónica que te impide tomar cualquier alimento que te irrite el estómago.  Conozco personas que terminan en un hospital por una acidez estomacal severa después de haber consumido alguna comida que contenía ciertos condimentos que parecían inofensivos para su estómago.
 
Lo más duro de todo esto, es que siendo que nuestro reloj interno no es como el de los demás pues cada quien tiene su propia información genética, no sepamos escucharlo y prepararnos para ese momento en que necesitaremos estar lo mejor preparados posible. Incluso, no sólo me refiero al aspecto clínico o de condición física, sino sobre todo mental.
 
¿A qué me refiero? Sencillo.
 
Hace unos días recordaba el mensaje de un profesor que en el festejo del día del maestro, recibió una medalla al mérito docente por 40 años de servicio y en el discurso comentó que desde joven, siempre había pensado que el día que él se jubilara se iría a dar la vuelta a muchas ciudades, incluso países, que siempre había querido conocer, pero que ahora, ya jubilado, con algunos años encima, con problemas en sus rodillas, enfermo de diabetes, y otras cosas, pues ya le era muy difícil poder viajar. Y recuerdo que dijo a todos los que ahí estábamos, -no dejen que sus sueños se conviertan en pesadillas.. para muchos de ustedes que ahora pueden gozar de lo que tienen y han logrado, disfrútenlo y realicen sus sueños-.
 
Fue una lección muy sublime pero profunda, más sin embargo, estoy convencido que muchos “jóvenes” de los que ese día tuvimos la oportunidad de escuchar al profesor, no entendimos lo que en el fondo intentaba decirnos: que nuestro reloj biológico sigue su marcha y quizá mañana no tengamos las condiciones para disfrutar lo que por algún tiempo hemos pospuesto para otro momento.
 
Deberíamos aprender a entender y escuchar un poco más nuestro interior, nuestro propio ritmo y condiciones biológicas y genéticas, nuestro tic tac de funcionamiento y combinarlo con nuestro proyecto de vida para lograr disfrutar de cada fase en las mejores condiciones posibles.
 
  
No dejes para mañana lo que tu alarma dice que debes hacer hoy…

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