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domingo, 7 de septiembre de 2014

..la injusticia de las desgracias..

Hace unos días, mientras desayunaba en el comedor de las oficinas donde trabajo, llegó una compañera de trabajo, que hacía días tuvo que ausentarse por motivos de salud. Fue diagnosticada con cáncer.

Muchas de las compañeras y compañeros que estábamos presentes fuimos a su encuentro para saludarla entre abrazos y besos en una muestra de cariño y afecto. Fue un momento muy emotivo para la gran mayoría, sobre todo para ella.

A pesar del momento lleno de afecto, algo dentro de mi despertó una inquietud de Reflexión que no sabía cómo descifrarlo. Algo que consideré como "la injusticia de las desgracias".

Es muy simple.

Pensé en tantas y tantas veces que durante años, muchas de las personas habíamos compartido el espacio de trabajo con esta compañera que realiza el aseo de las oficinas y quizá los encuentros en cada área no implicaba nada más que no fuera un -buenos días-, sin abrazos y mucho menos besos. Tal vez, por el proceso normal y común llamado "rutina diaria" de la vida. Incluso, me atrevería a pensar que en más de alguna ocasión, su trabajo de limpieza llegó a ser criticado por quienes consideraron que no estaba bien realizado.

Y llegó a mi pensamiento un mensaje que decía: -¿Por qué tiene que pasar algo en las personas, que afecte su salud o su integridad, para entonces poder mostrarles afecto y cariño?

¿Será que tenemos que padecer alguna enfermedad o desgracia personal para que las personas a nuestro alrededor se vuelvan sensibles al dolor o a la pena que nos embarga?

¿Tiene que suceder la ausencia o pérdida de alguien, o de un sentimiento, o de un apoyo, para entonces entender lo mucho que significa para nosotros?

Entonces fue que pensé en "la injusticia de las desgracias", pues nos recuerda que no somos máquinas de sólo realizamos una actividad, sino seres humanos que compartimos un tiempo y un espacio con el resto del universo.

Pero me negué a creer que es solamente en los momentos en que alguna persona cercana pasa por una desgracia, cuando reconocemos al ser humano que es.

Aunque no dejé de pensar en el otro extremo de las cosas, en que también sucede muy a menudo que mientras nos va bien, mientras las cosas que hacemos nos traen satisfactores, mientras estamos logrando lo que deseamos, nos olvidamos de esa parte humana.

No deberíamos esperar a que sucedan las desgracias y tampoco a que nos vaya bien para entonces recordar que debemos compartir los momentos buenos y los malos.

Hay un refrán muy famoso que dice: Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde.


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