En repetidas ocasiones actuamos
de formas inesperadas, sin saber
la razón del
porqué reaccionamos así.
En otras
ocasiones, lo hacemos
por que “así debe ser”, o “así me dijeron que debía de ser”.
En la
mayoría de los
casos, no era
como yo quería realmente..
-“Lo que pasa, es que tú ves moros con
tranchetes!-. ¿Alguna vez has escuchado esta frase? Si, creo que si..
Esta y otras frases son muy comunes cuando en
algún momento de nuestra vida nos detenemos ante situaciones en que debemos
tomar una decisión y no sabemos qué hacer, pues “sentimos” que algo no está
bien, o que puede ser una “trampa”. Y ahí es donde viene la lucha interna entre
nuestra razón y nuestras suposiciones.
¿Qué tiene que ver esto con “fantasmas”? Pues
muy sencillo, hay un comportamiento que de momento no sabemos con exactitud
porqué aparece pero nos limita a realizar lo que nuestra razón nos dicta. Esos
suelen ser en muchas de las ocasiones, “nuestros fantasmas”.
Un día platicando con una de mis tías, me decía que
de niña ella soñaba con la puerta del infierno, que era una puerta grande,
llena de fuego e imágenes diabólicas, y un péndulo gigantesco que decía: “nunca
más, nunca más”. Y que esa imagen siempre le había dado mucho miedo, recordando
a sus papás y maestros que le exigían “portarse bien” de lo contrario se iría
al infierno.
Historias pequeñas como esta y muchas más,
forman parte de nuestra “colección” privada, que en el paso de nuestra vida
hemos ido acumulando dependiendo de la forma en que fuimos educados tanto
formal como informalmente. También, existen historias que no necesariamente son
de nuestra infancia, sino de nuestra adolescencia o madurez, donde, por alguna
circunstancia, llegamos a adquirir comportamientos y actitudes derivados de
“restricciones” o limitantes que nos “marcan” de por vida.
¿Cuántos de nosotros vivimos “atados” a
comportamientos internos que no nos permiten expresarnos o actuar como
quisiéramos realmente ser y que esos “fantasmas” fueron adquiridos tiempo atrás
en alguna de nuestras relaciones?
Pues sí, esos son “nuestros fantasmas”.
¿Habías escuchado que nuestro comportamiento
está condicionado en gran parte a la información existente en nuestro
subconsciente? Pues si, mucha de esta información es vital para vivir, como respirar,
que nuestro corazón late, que nuestro sistema digestivo haga su trabajo, etc..
Pero… hay cierta información en nuestro
subconsciente que provoca conflictos con nuestra razón; es decir, nuestra parte
consciente, donde viven nuestros deseos y anhelos.
Así que cuando surge una oportunidad de
realizar algo que queremos y que hemos deseado, muchas veces “nuestros
fantasmas” que están guardados en un espacio de nuestro subconsciente, surgen
de nuestro interior y nos llegan a limitar.
Eso significa que en muchos de los casos, no
hemos resuelto esos conflictos y deseos internos que nos es difícil reconocer.
Incluso, nosotros mismos los negamos. Eso hace más doloroso el proceso, pues no
sólo nos hacemos daño a nosotros, sino también en muchas de las ocasiones, a
los demás.
Un día, en que decidimos no dar importancia a
nuestros conflictos internos, somos muy
cordiales, alegres y compartimos nuestra vida con aquellas personas que nos
brindan su confianza; otro día, nuestros fantasmas surgen y nos vuelven
agresivos, callados y nada amigables.
Sí, es cierto, es duro luchar con nuestros
fantasmas que tenemos guardados bajo llave para no verlos. Pero también es
cierto que cuando surgen, cuando algo sucede que nos hace liberarlos, provocan
desastres, no sólo fuera de nosotros, sino también en nosotros. Ese es el
momento de reflexionar.
Es entonces cuando tenemos la oportunidad de enfrentarles y resolver esas
situaciones.
Nuestros miedos, nuestros temores, nuestras
limitantes, un día nos fueron “instalados” por alguien que nos “heredó”, sin
querer o queriendo, estos y muchos más “fantasmas”.
¿Cómo vencerlos? No hay
recetas mágicas, pero un buen comienzo es reconociéndolos..